Era día de derby en Bilbao y se notaba en el ambiente. San Mamés amanecía con el eco reciente de una noche europea amarga, de las que duelen y dejan poso, aunque también llenen de orgullo.
Apenas cuatro días después de caer eliminado ante el Manchester United en Old Trafford, el Athletic Club regresaba a la Liga con un derbi de alta tensión —como en realidad lo son todos— ante el Deportivo Alavés.
Los de Ernesto Valverde, con las fuerzas mermadas, varias bajas sensibles y el depósito físico bajo mínimos, afrontaban un duelo cargado de incertidumbre: en juego, seguir enganchados a la lucha por la Champions, con el Villarreal, que había sumado los tres puntos ante el Girona, acechando a los rojiblancos.
Enfrente, un Alavés con el agua al cuello y la permanencia como única obsesión, dispuesto a aprovechar cualquier flaqueza rojiblanca, alentado por la relativa tranquilidad que le daba saber que la UD Las Palmas había caído el viernes en su estadio ante el Rayo Vallecano.
Antes del partido, la pregunta que se hacían la mayoría de los aficionados era doble. Por un lado, con qué jugadores iba a poder contar el entrenador. Por otro, saber cómo iba a afrontar el equipo el partido: si con la imagen solvente y competitiva de buena parte de la temporada o con la espesura futbolística a la que últimamente nos tiene acostumbrados.
Ante la primera cuestión, salimos de dudas nada más conocer la convocatoria. A las ausencias ya conocidas de Gorosabel y Berenguer por sanción, se sumaron las bajas de los hermanos Williams y de Beñat Prados por lesión.
En el lado positivo, Ernesto Valverde recuperaba a Oihan Sancet (aunque el míster ya dejó claro en la rueda de prensa previa al partido que esperaba poder contar con él para jugar sólo unos minutos, como así ha sido) y Dani Vivian, además de reclutar a los cachorros Buján, Olabarrieta y Rego que completaron la lista de 22 jugadores.
Así, el once que saltó al césped de San Mamés tenía mucho de circunstancial, con Djalo, Canales y Olabarrieta en ataque, acompañando a Maroan. Una alineación inédita, que hacía dudar de cuál iba a ser el rendimiento del equipo. Una moneda al aire que podía salir cruz, pero que terminó saliendo cara. Salvo por la primera ocasión, que fue para el conjunto alavés, nada más comenzar el encuentro, y que salvó Unai Simón, el Athletic tuvo el control del partido, y llevó el peso del mismo. Los rojiblancos lo intentaron, una y otra vez, con un Maroan que se fajó en la pelea, al que cosieron a faltas, y un Peio Canales que trató de hacer su juego entre líneas, aunque no fueron capaces de generar ocasiones claras de gol.
Tras el descanso, el equipo salió por los mismos derroteros, y tras un buen pase de Galarreta a Sancet, que acababa de entrar al terreno de juego, y un mal remate de Guruzeta al servicio posterior del navarro, la pelota terminó en la red de Sivera, tras golpear en Manu Sánchez.
Abierta la lata, el Athletic siguió en su línea, y aunque el Deportivo Alavés quiso estirarse, no logró inquietar a los rojiblancos.
El conjunto de Ernesto Valverde termina la semana consiguiendo tres puntos valiosísimos, a falta de otros tantos partidos para el final del campeonato.
La cuarta plaza se decidirá en los próximos desplazamientos ante el Getafe y el Valencia, cerrando la temporada ante el FC. Barcelona en San Mamés.