
Durante años, la liga ACB ha sido una de las grandes beneficiadas del talento norteamericano que quedaba a las puertas de la NBA. Jóvenes sin hueco en la élite o con ganas de probar una vía alternativa cruzaban el charco para competir, madurar y cobrar su primer sueldo como profesionales. Pero eso está empezando a cambiar. La NCAA, tradicional cuna del baloncesto universitario en Estados Unidos, ya no es solo un trampolín deportivo: ahora también es una fuente de ingresos. Y eso la convierte en una rival directa para los clubes europeos, incluidos los españoles.
De liga amateur a escaparate millonario
La NCAA siempre ha sido sinónimo de pasión universitaria. Miles de aficionados llenando pabellones, rivalidades históricas, y el famoso March Madness, ese torneo de eliminación directa que cada primavera paraliza al país. Pero hasta hace poco, los jugadores no podían cobrar ni un dólar por su actividad. Eso cambió en 2021, cuando entró en vigor la normativa conocida como NIL (Name, Image and Likeness), que permite a los estudiantes monetizar su imagen a través de patrocinios, redes sociales y acuerdos comerciales.
Desde entonces, el ecosistema ha cambiado por completo. Hay jugadores universitarios firmando contratos publicitarios de seis y hasta siete cifras. Universidades que antes solo ofrecían becas deportivas, ahora pueden complementar esa ayuda con entornos casi profesionales: entrenadores personales, nutricionistas, equipos médicos y… una cartera de patrocinadores dispuestos a invertir en promesas.
Europa, en fuera de juego
El resultado es que cada vez cuesta más atraer a jóvenes estadounidenses a Europa. Muchos prefieren seguir creciendo en casa, con visibilidad mediática, ingresos y sin la barrera cultural o lingüística que supone cruzar el Atlántico. Para la ACB, eso significa perder parte del talento que antes llegaba buscando una oportunidad.
Pero no solo se trata de jugadores nacidos en EE.UU. El nuevo poder económico de la NCAA también ha puesto el foco en Europa. Universidades punteras están peinando el mercado europeo en busca de promesas que puedan llevarse al sistema universitario. Les ofrecen formación, visibilidad, posibles ingresos y una vía directa hacia la NBA sin pasar por ligas como la española.
Y aunque algunos clubes ACB aún pueden competir en términos deportivos y salariales, la mayoría no puede igualar la exposición mediática ni los contratos NIL que se están firmando al otro lado del charco.
Para equipos como el Surne Bilbao Basket, esta nueva dinámica supone un desafío directo. Los bilbaínos, que acaban de firmar la salvación y han puesto el broche de oro conquistando la FIBA Europe Cup, podrían ver cómo dos de sus jóvenes con mayor proyección —el belga Thijs De Ridder y el escolta español Rubén Domínguez— escuchan cantos de sirena desde Estados Unidos. En ambos casos, la posibilidad de cruzar el Atlántico para formar parte del sistema NCAA ha aparecido como una opción real. Ya no se trata solo de la NBA como meta, sino de un paso intermedio cada vez más atractivo a nivel económico y de visibilidad. Para un club como el Bilbao Basket, con una política de fichajes basada en el desarrollo de jóvenes con talento y hambre, perder a piezas clave antes de que terminen de explotar puede suponer un freno importante en su crecimiento competitivo.

CLAVES
-
Fin del amateurismo puro: Desde 2021, los jugadores universitarios pueden ganar dinero legalmente gracias a su imagen.
-
Más tentaciones para los europeos: Universidades estadounidenses buscan talento joven fuera del país, y Europa es un caladero atractivo.
-
Menos estadounidenses en la ACB: Muchos prefieren quedarse en la NCAA, donde ahora pueden desarrollarse y generar ingresos.
-
Desigualdad creciente: Solo los clubes con músculo económico pueden competir con las universidades top de EE.UU.
-
Nuevo tablero global: La NCAA ya no es solo un paso previo a la NBA, también una alternativa económica y mediática real para jóvenes con talento.