
Durante los últimos cinco años, los vecinos de un bloque de viviendas de protección oficial ubicado en el barrio de Zabala en Bilbao sufren una situación de inseguridad que se ha tornado «insoportable», según denuncia una de sus inquilinas. Maripaz, que vive con un hijo dependiente en silla de ruedas, relata agresiones continuas a su intimidad y patrimonio, sin que las autoridades locales ofrezcan soluciones duraderas.
Okupación y robos
Los residentes claman hartos de okupas que duermen en garajes y descansillos, roban en trasteros, vehículos y hasta arrancan rejillas de sumideros. «Duermen en nuestro portal… ponen colchones… y luego hacen sus necesidades aquí», explica Maripaz, quien documenta cada incidente con fotos y vídeos.
Los atacantes bloquean puertas de emergencia, fuerzan cerraduras y allanan espacios privados como trasteros con total impunidad. Además, familias que usan furgonetas para vender productos en mercadillos también han sido víctimas de robos dentro de sus vehículos.
La presencia policial se limita a actuaciones puntuales: «Cuando llamamos, vienen y echan a uno, pero al día siguiente ya están de nuevo», denuncia Maripaz. Otro vecino lamenta los destrozos al patrimonio vecinal: «El otro día rompieron una puerta que nos había costado 900 euros; tenía quince días».
Desidia institucional
Pese a múltiples escritos «remitidos al alcalde», las respuestas se limitan a acuses de recibo sin medidas efectivas. «Contestaron, pero soluciones ninguna», afirma la afectada, que padece vértigos agravados por el estrés y ha perdido cinco kilos recientemente. Varios vecinos ya «han abandonado sus hogares», pero ella no se lo puede permitir.
Maripaz insiste en la urgencia de patrullas «a pie» constantes. Además reclama realizar una limpieza constante de escombros, jeringuillas y residuos de comedores sociales que se acumulan en los portales. Pide también que los afectados denuncien los robos para que las autoridades contabilicen los casos reales: «Si hay 200 robos y sólo figuran 100, todo está muy bien… y no pasa nada».
Los residentes, hartos de sentirse «indefensos» y sin esperanza, no saben a quien deben acudir «la policía esta atada de manos y el ayuntamiento no hace nada». «Al final tendremos que organizar patrullas vecinales», concluyen, mientras esperan hallar una salida que les permita escapar del círculo de violencia y marginación urbana en que se encuentran sumidos.