
El accidente del funicular de Gloria en Lisboa, que ha dejado 16 muertos y 23 heridos, ha traído a la memoria en Bilbao el episodio más grave de la historia del funicular de Artxanda. Aunque el balance fue distinto, ambos sucesos reflejan la vulnerabilidad de un medio de transporte que combina tradición, pendiente extrema y un elevado riesgo en caso de fallo técnico.
En el caso de Lisboa, todo apunta a un cable suelto que provocó que el convoy se estrellara contra un edificio. En Bilbao, el 25 de junio de 1976, la tragedia se desencadenó durante los trabajos de sustitución del cable tractor. Un coche se soltó en la estación superior y descendió sin control hasta chocar contra el que esperaba en la terminal inferior. El impacto dejó seis heridos, cinco de ellos graves, y redujo ambos vehículos a escombros.

El siniestro de Artxanda se debió a una concatenación de errores en los sistemas de seguridad y en el uso de una cadena más débil de lo habitual. Esto evidenció la fragilidad de las instalaciones. Aquel choque obligó a paralizar el servicio y a emprender una modernización integral que culminó en 1983. El 30 de abril se inauguraron los nuevos vagones y sistemas de seguridad, que desde entonces se revisan cada año.