
La Plaza de Miguel de Unamuno amanecía cambiada una mañana de verano 1999. En efecto, el busto de Unamuno, que desde el año 1984 había coronado el lugar, se encontraba en paradero desconocido. Propio de los Westerns, las autoridades no tardaron en ofrecer una recompensa por la cabeza del escritor y filósofo bilbaíno.
El robo se llevó a cabo sobre las 20:00h del 7 de junio de 1999 tras un homenaje a Txabi Etxebarrieta, primer etarra fallecido en enfrentamiento con la Guardia Civil. Según el relato, los autores treparon los 3 metros que mide la columna y se hicieron con la efigie de bronce de Unamuno. Eso sí, antes de este evento, pintadas con la palabra «españolazo» ya habían aparecido en la estatua.
Aparentemente, fueron necesarios más de 10 minutos y una llave inglesa para separar el busto de su columna y al bilbaíno de su barrio. «Se lo pasaban unos a otros como si fuera una pelota de rugby», comparó entonces un testigo del robo. La escultura fue a parar a una caja de cartón que, en brazos de uno de los chavales, desapareció por la calle Ronda; la misma en la que el robado había crecido.
Las otras cabezas
Ni corto ni perezoso, el Ayuntamiento encargó, un año más tarde, dos réplicas de la cabeza de Unamuno. 48 horas después de esto, la investigación de la Policía Municipal reveló el paradero de la cabeza original. Esta reposaba en el fondo de la ría, junto al puente de San Antón. Esperaron a que hubiera mareas vivas y que coincidiera la bajamar para recuperarla. Los bandidos, sin identificar a día de hoy, arrojaron la cabeza al agua tras tenerla escondida en un piso.
El busto, mellado por la corrosión, fue trasladado al despacho del entonces alcalde de la ciudad, Iñaki Azkuna. En el caso de las dos réplicas: una ocupó el lugar de la orignal y la segunda, al Museo de Bellas Artes. A modo de curiosidad, el citado alcalde sumó una escultura más a la colección en el año 2010. Esta vez en Deusto, frente a la Comisería de la Ertzaintza, más vigilada.
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