
Cada verano, a finales de agosto, Laredo se llena de color, aroma a flores y mucha, mucha magia. Y es que este rincón cántabro se transforma por completo para celebrar una de sus fiestas más queridas y espectaculares: la Batalla de Flores.
Aunque suene a guerra, aquí las únicas armas son los pétalos. Monumentales carrozas cubiertas de flores desfilan por las calles, dejando a vecinos y visitantes con la boca abierta. Hay música, confeti y ese ambiente festivo que solo se vive cuando todo un pueblo se vuelca con lo suyo.
Tradición centenaria
Lo curioso es que esta tradición empezó hace más de 100 años, allá por 1908, con una batalla simbólica en el puerto, cuando unas cuantas traineras decoradas con flores salieron a “combatir” con arte y elegancia. Por entonces, Laredo era un destino de veraneo de la alta sociedad y, como en otras partes de Europa, se empezaban a organizar lo que se conocía como Galas Florales: celebraciones llenas de estilo, flores y buen gusto.
Con el paso del tiempo, la Batalla de Flores fue cambiando. Se hizo más grande, más artística y más popular. Solo la Guerra Civil consiguió pararla por unos años, pero después volvió con fuerza. En los años 60, con el boom turístico, Laredo pasó de ser un pueblo pesquero a uno de los lugares más animados del verano, y la Batalla se convirtió en la fiesta del pueblo, sin clases ni distinciones.
Las carrozas: obras de arte
Hoy, las carrozas son auténticas obras de arte floral. Lo que antes eran carros sencillos decorados con hojas y flores, ahora son esculturas gigantes que pueden tardar meses en construirse. Eso sí, por temas de espacio y presupuesto, se han reducido a 15, pero la calidad sigue siendo espectacular.
La Batalla de Flores de Laredo no es solo una fiesta bonita. Es historia, esfuerzo colectivo, creatividad y mucho corazón