OPINIÓN - Iker Fernández

De plazos de inscripción, crecepelos y sanciones

La opinión de Iker Fernández sobre la actualidad del Athletic
Bilbao Basket

Había un tebeo que muchos devorábamos de txikis, 13, Rue del Percebe, donde cada viñeta abría una ventana distinta con su propio disparate: la vecina cotilla, el ladrón torpe, el gato que nunca cazaba al ratón… Un caos en miniatura que, al juntarse, formaba un edificio delirante y y de despiporre. Pues bien: el arranque de temporada del Athletic Club recuerda demasiado a ese inmueble de zumbados. Solo que aquí los vecinos no son de papel, son de carne y hueso y son rojiblancos, y en esta ocasión, las carcajadas se mezclan con el estupor.

En la primera ventana aparece el culebrón de Aymeric Laporte. Un fichaje que se había dado por perdido entre burocracias y pantallas que no cargaban a tiempo, hasta que un recurso ante la FIFA ha cambiado la historia. El central presionó, defendió que el acuerdo estaba cerrado con el Athletic, con el Al-Nassr y entre clubes, y finalmente el organismo internacional ha dado luz verde. Hoy el club lo ha celebrado con un vídeo cargado de simbolismo: puertas que se abren hasta llegar a la de Ibaigane y un lema rotundo, “Casas hay muchas, familias solo una”. En esta viñeta, lo que parecía un game over administrativo se ha transformado en un inesperado continue.


«Igual que en las páginas de Ibáñez, cada ventana del edificio rojiblanco tiene su propio disparate: la del fichaje, la de la sanción, la del míster… y, al mirarlas todas juntas, el panorama parece sacado de una comedia coral.»


La segunda ventana sigue siendo más amarga. Yeray Álvarez, uno de los futbolistas más queridos por la grada, ha sido sancionado con diez meses por un tratamiento capilar. Sí, un crecepelo. Entre sus componentes se escondía una sustancia prohibida y la historia, por cruel ironía, castiga a un jugador que ya libró una batalla mucho más dura contra el cáncer. Aquí la tragicomedia se impone al humor, porque lo que debía ser un simple detalle personal se ha convertido en un varapalo deportivo y humano.

Y en la tercera ventana asoma Ernesto Valverde, sancionado con cuatro partidos por «desconsideración» hacia un árbitro. Cuatro. Como si hubiese lanzado una silla al más puro estilo NBA. La disparidad de criterios de los comités disciplinarios sigue siendo un misterio insondable, como si se decidiera en un chat improvisado de madrugada.

Igual que en las páginas de Ibáñez, cada ventana del edificio rojiblanco tiene su propio disparate: la del fichaje, la de la sanción, la del míster… y, al mirarlas todas juntas, el panorama parece sacado de una comedia coral. Mientras tanto, el Athletic afronta una temporada ilusionante —Champions, Liga, Copa, Supercopa— en medio de un decorado que mezcla la épica con el humor involuntario.

Porque, al final, en el 13, Rue del Percebe siempre había una viñeta que arrancaba una sonrisa. Y en el edificio de Ibaigane, por muy surrealistas que sean las ventanas que se abren, la afición siempre acaba mirando con la misma mezcla de sorpresa y complicidad. Esa que convierte el disparate en relato y la incertidumbre en esperanza.


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