A las seis de la mañana de este 23 de octubre, Día de San Severino, Balmaseda despierta entre el olor a carbón y las primeras chispas de fuego. Entre los cientos de participantes que calientan sus putxeras, destaca un joven con una historia que emociona: Unai Aretxederra, de 16 años, conocido como su padre por el apodo de “Pizarrín”.
Estudiante de grado medio de electricidad en Sopuerta, Unai afronta hoy uno de los días más importantes de su vida. Sueña con hacerse un hueco en el histórico podio del Concurso de Putxeras de Balmaseda, siguiendo los pasos de su aita, Borja Aretxederra “Pizarrín”, un cocinero y cofrade muy querido que falleció hace dos años, a los 52. Borja era un experto en putxeras, un nombre respetado entre los fuegos y las cazuelas, y su ausencia aún se siente entre quienes compartieron jornadas de humo, hierro y amistad junto a él.“El secreto de la putxera es tratar con cariño a la alubia”, asegura Unai con una sonrisa tranquila, mientras prepara el fuego con carbón y palos de tablero. Su receta se basa en el respeto por el producto y en el legado familiar que su padre le transmitió desde pequeño. “Mi aita siempre quedaba en el podio”, recuerda con orgullo.
Este año, la familia Aretxederra al completo —su madre, su tío y su primo— vuelve a reunirse alrededor del fuego. Más que una competición, es una forma de rendir homenaje a Borja, al espíritu festivo de Balmaseda y a una tradición que une generaciones. El resultado aún es incierto, pero una cosa está clara: hoy, entre el humo y el cariño, Unai Aretxederra cocina mucho más que alubias; cocina memoria, familia y esperanza.
