Durante varias décadas, los trolebuses formaron parte del paisaje urbano de Bilbao y fueron un ejemplo temprano de transporte eléctrico y sostenible. Este sistema, que combinaba la tracción eléctrica del tranvía con la movilidad sobre ruedas del autobús, fue una apuesta moderna en su tiempo y situó a la capital vizcaína como pionera en España.
Pionero en sostenibilidad
El trolebús funcionaba gracias a dos pértigas instaladas en su techo, conectadas a un tendido eléctrico aéreo que le proporcionaba energía. Eran vehículos silenciosos, cómodos y sin emisiones contaminantes, lo que los convertía en una alternativa limpia al transporte de motor diésel o gasolina. Bilbao fue la primera ciudad de la península en incorporar este medio, y con el paso de los años su red se amplió hasta cubrir buena parte del área urbana.
Algunos se importaron de Londres
La flota bilbaína contó con modelos de distintas marcas —Vetra, Hispano-Suiza, Pegaso— e incluso con 22 trolebuses de dos pisos procedentes de Londres, pintados en su característico color rojo. Durante los años cincuenta y sesenta, este medio de transporte se consolidó como una de las opciones más eficientes para moverse por la ciudad.
El último trolebús
Sin embargo, su funcionamiento se vio afectado por los cambios normativos y económicos de la década de 1970. Una ley aprobada entonces incentivó la sustitución de los trolebuses por autobuses convencionales, al considerarse más flexibles y económicos para la expansión urbana. Entre 1974 y 1978, las líneas bilbaínas se fueron suprimiendo de forma progresiva, hasta que el 28 de octubre de 1978 circuló el último trolebús.
En Europa siguen circulando
Mientras tanto, en otros países europeos el trolebús se mantuvo y modernizó. Ciudades como Moscú, Atenas, Salzburgo o Bolonia han conservado este sistema como parte de su red de transporte público, destacando por su bajo impacto ambiental y su eficacia energética.
En la actualidad, la experiencia de Bilbao con los trolebuses sigue siendo un ejemplo temprano de movilidad eléctrica urbana. Su desaparición marcó el cierre de una etapa en la historia del transporte vasco, pero también deja una referencia de cómo la tecnología eléctrica ya formaba parte de las soluciones urbanas mucho antes de la llegada de los vehículos sostenibles actuales.