Lecube: futbolista, primo del primer lehendakari y espía de Hitler

El extremo derecho Lecube, conocido como La motocicleta humana, pasó de brillar a convertirse en agente de la Abwehr, el servicio secreto nazi
Imagen de Lecube perteneciente a la portada del libro biográfico de Oriol Jové. / Almuzara editorial

Hasta 1942, la vida de Juan Gómez Lecube parecía la de un deportista de éxito en la España de entreguerras. Nacido en Ribadeo (Lugo) en 1902, de padre madrileño y madre guipuzcoana, creció en Bilbao, donde convivió con sus tíos y su primo José Antonio Aguirre, quien años después se convertiría en el primer lehendakari del Gobierno Vasco. Unidos por la familia y por su pasión por el fútbol, ambos compartieron una juventud marcada por la disciplina, la fe y el deporte.

De promesa del fútbol a funcionario

Lecube comenzó su carrera en la Gimnástica de Torrelavega, donde se ganó el apodo de La motocicleta humana por su velocidad y energía sobre el campo. Entre 1922 y 1927, el público se acostumbró a verlo recorrer la banda con su característico pañuelo anudado a la cabeza, un gesto que muchos atribuían a un homenaje a Pichichi, pero que en realidad escondía su alopecia, motivo de complejo.

Su talento lo llevó a militar en el Celta de Vigo y más tarde en el Atlético de Madrid, donde vivió sus mejores años futbolísticos. Sin embargo, tras retirarse en 1930, su vida dio un giro inesperado: se dedicó a las carreras de galgos, trabajó como funcionario de Hacienda y, tras la Guerra Civil, se adentró en un terreno mucho más oscuro.

Un espía al servicio del Tercer Reich

En plena Segunda Guerra Mundial, Lecube fue reclutado por un agente mexicano vinculado a la inteligencia alemana. Su misión: viajar al Canal de Panamá para informar a la Abwehr sobre los movimientos aliados en una zona estratégica del Atlántico.

El 1 de junio de 1942 embarcó en el trasatlántico Cabo de Buena Esperanza rumbo a América, pero nunca llegó a su destino. Los servicios secretos británicos, que habían descifrado las comunicaciones nazis gracias a la máquina Enigma, interceptaron su viaje. Lo detuvieron en la isla de Trinidad, lo trasladaron a Inglaterra y lo encerraron en el Camp 020 de Londres, una prisión destinada a espías enemigos.

Allí, Lecube resistió tres años de interrogatorios y amenazas sin confesar. Los documentos del MI5 lo describen como “el prisionero más difícil y resistente” del conflicto. Su nombre en clave era Espina.

Silencio y redención

Cuando terminó la guerra, el gobierno británico lo consideró un caso perdido. Fue deportado a España en 1945, donde rehízo su vida junto a Amparito, su amante, y volvió al fútbol, esta vez como entrenador. Dirigió equipos como el Lleida, el Sant Andreu, el Condal y el Hospitalet, ya sin el pañuelo que lo había hecho inconfundible.

Nunca volvió a hablar de su pasado como espía. Su familia lo había rechazado, y el secreto de su colaboración con los nazis quedó sepultado durante décadas, hasta que nuevas investigaciones biográficas lo devolvieron a la memoria. El periodista Oriol Jové rescató su historia en el libro Lecube. El futbolista de Hitler, una obra que recupera a este personaje olvidado en la frontera entre el deporte, la política y el espionaje.

Lecube murió en Barcelona en 1966, con 62 años. Había sido futbolista, funcionario, prisionero y espía, pero sobre todo, un hombre atrapado entre dos mundos: el del balón y el de las sombras.


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