«Un buen fogón y mantenerlas calientes: el olor a brasas engancha»

Yoana, de la empresa Castañas Otero consigue cada día en su puesto de El Arenal mantener viva una costumbre centenaria
La casteñera Yoana en su puesto del Puente del Arenal / Radio Nervión

Recuerdo que cuando era pequeña, mi madre me llenaba los bolsillos del abrigo de castañas asadas para entrar en calor. El olor a castañas asadas es un aroma que me transporta a aquellos tiempos, a las calles de Bilbao, donde el frío y la tradición se unían en un abrazo cálido. Hoy he vuelto a encontrarlo, gracias a la castañera Yoana, que con su puesto en el Puente del Arenal, revive aquel encanto de antaño.

Un buen fogón y están perfectas

«La costumbre sigue», me dice Yoana, mientras atiende a los clientes con una sonrisa. Y es cierto, a pesar del cambio climático, que ha alterado los patrones de frío y calor, las castañas asadas siguen siendo un producto típico en el País Vasco, especialmente cuando llega el frío. «El fogón, tenerlo bien caliente en la caldera y ya», explica Yoana, sobre el secreto para que sus castañas, las de castañeros Otero,  estén tan ricas.

Símbolo de tradición y calidez

Yoana lleva toda la temporada, de octubre a marzo, en el puesto de castañas, de cuatro y cuarto de la tarde a diez  de la noche. «La gente aprovecha», dice, «y aunque ya no hace tanto frío como antes, la costumbre sigue«. Y es que, a pesar de los cambios, el aroma a castañas asadas sigue siendo un símbolo de la tradición y la calidez del País Vasco.

3’6 euros la docena y pago con tarjeta

La docena de castañas cuesta un precio razonable: 3’6 euros.  Así y todo, a algunos clientes les sorprende. Pero tal y como está la vida, darse un pequeño capricho, y más cuando es algo tan tradicional y tan nuestro, merece la pena «la verdad es que a todo el mundo les gustan». Y es que, en un mundo donde todo cambia tan rápido, es reconfortante saber que algunas tradiciones siguen siendo las mismas. Este puesto del Arenal  es un ejemplo de ello. Aunque eso sí, el negocio se ha reinventado, como todo en la vida,  incluso se puede pagar con tarjeta. Algo que me ha llamado la atención, pero que tal y como cambian las costumbres y las exigencias administrativas, sin duda es para bien.

La empresa Castañas Otero, responsable del puesto, es un ejemplo de cómo la tradición y la innovación pueden ir de la mano. Y Yoana, con su sonrisa y su pasión, es la embajadora perfecta de ese legado. Como dice ella, «es un tema muy bonito, las castañas». Y yo estoy de acuerdo.


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