Quienes atraviesan a diario la Estación de Abando quizá ya no reparen en ella. Pero para quienes llegan a Bilbao por primera vez, la enorme vidriera que cierra la zona de andenes es una de esas sorpresas que convierten una estación ferroviaria en un pequeño museo público. Una obra monumental que, lejos de perder fuerza con el tiempo, se ha ganado un lugar entre los puntos más fotografiados por los turistas.
Una ventana gigante
La vidriera se creó en 1948 por Jesús Arrecubieta, del taller de la Unión de Artistas Vidrieros de Irún, siguiendo el diseño original de Gaspar Montes Iturrioz. La componen 301 fragmentos policromados que se extienden en una estructura de 15 metros de ancho por 10 de alto, convirtiéndola en uno de los mayores vitrales presentes en una estación ferroviaria del Estado.
En sus escenas aparecen algunos de los símbolos más reconocibles de la vida vizcaína: el puente de San Antón, la Basílica de Begoña, la actividad pesquera, la industria siderúrgica, los caseríos, los deportes tradicionales y otras estampas que retratan la identidad del territorio. Su parte central alberga un reloj bajo el que se sitúa un escudo de España, retocado en los años 80 para sustituir el original de la dictadura.
La vidriera que sobrevivió al diluvio
El 26 de agosto de 1983, Bilbao vivió una de las peores inundaciones de su historia. La lluvia torrencial dejó 500 litros por metro cuadrado, devastó el Casco Viejo y causó la muerte de 34 personas. La estación de Abando también sufrió aquel desastre, y la vidriera tuvo que ser reparada tras el impacto de la crecida.
Un nombre polémico
En 2006, el Ministerio de Fomento cambió unilateralmente el nombre oficial de la estación a Abando Indalecio Prieto, decisión que provocó rechazo en Bilbao. El entonces alcalde, Iñaki Azkuna, pidió abiertamente a la ciudadanía que ignorara la nueva denominación, y muchos locales continúan refiriéndose al edificio como “Abando”.