Sergio Tubío, conocido entre sus compañeros como Bilbo, nació en el barrio bilbaíno de Zurbaranbarri y es hoy uno de los referentes internacionales en la intervención de emergencias con personas en crisis suicida. Bombero del Ayuntamiento de Madrid, ciudad a la que se trasladó por su mujer y donde desarrolló su carrera profesional, Tubío impulsó un protocolo pionero centrado en la escucha y el acompañamiento, que ha cambiado la forma de actuar de los cuerpos de emergencia en situaciones extremas.
Un suicidio que le marcó
El origen de este trabajo se encuentra en una intervención que marcó su vida. “A raíz de una intervención rescaté el cuerpo de un chico de 16 años que se había suicidado. Fue muy complejo y muy impactante por cómo había quedado la persona”, recuerda. Aquella experiencia le llevó a hacerse una pregunta que hasta entonces nadie se había formulado en el ámbito operativo: qué hacer si se llega antes. “Pensé que, si hubiese estado allí, no sabía cómo actuar. No entendía qué razones le habían llevado a quitarse la vida”.
Como padre, el miedo fue inmediato. Como bombero, la necesidad de encontrar respuestas. Esa misma noche buscó información sobre cómo intervenir ante una persona en riesgo de suicidio. No encontró protocolos adaptados a la realidad de los servicios de emergencia. “Había un vacío en el mundo en este ámbito”, afirma.
A partir de ahí comenzó a trabajar con psicólogos y profesionales de la salud mental, localizando materiales del ámbito clínico, también a nivel internacional, que tradujo y adaptó al contexto de los bomberos. “Nosotros no estamos en una consulta, actuamos en situaciones ya críticas”, explica. De ese trabajo nació el primer protocolo estándar de intervención en crisis suicida, creado en Madrid y centrado en la persona que sufre, más allá de los aspectos técnicos del rescate.
Sufrimiento y desesperanza
Tubío explica que en las conductas suicidas se repite un patrón basado en sufrimiento, desesperanza y desconexión. “Es un sufrimiento que la persona percibe como insoportable y para siempre. No se siente entendida, sabe que va a generar dolor en su entorno y eso le lleva a desconectarse”. Por eso, el protocolo prioriza la escucha, la validación emocional y la creación de un vínculo que permita reducir la agitación y abrir la puerta a otras alternativas que no sean el suicidio.
El método ha sido reconocido con varios premios y ha despertado el interés de numerosos cuerpos de bomberos. Desde Bilbao, compañeros viajaron a Madrid para conocer el protocolo y aplicarlo. Beñat Madariaga y Ander Iturriaga se formaron con Tubío y posteriormente crearon una unidad propia especializada en crisis suicida, además de mejorar los recursos materiales. “Estoy muy orgulloso del trabajo que han hecho, y más siendo bilbaíno”, destaca.
La coordinación entre bomberos, policías y sanitarios es otro de los pilares del modelo. “Lo primero es que los sanitarios puedan atender en un lugar seguro. Los bomberos tenemos que conseguir ese espacio”, subraya. Tubío también alerta del impacto emocional que estas intervenciones tienen en los profesionales. “Son lesiones emocionales, igual que un incendio puede provocar una lesión física”, y reclama más apoyo psicológico y recursos institucionales.
Cubrir necesidades
En la intervención, incluso los pequeños gestos cuentan. “Facilitar agua, un abrigo o un cigarro es cubrir necesidades básicas, pero también es decirle a esa persona, sin palabras, que te importa”, explica. Eso sí, insiste en no difundir detalles ni lugares concretos de las actuaciones para evitar el efecto llamada.
Además de la intervención, Tubío trabaja en prevención como miembro del comité de expertos del Plan Nacional, acudiendo a colegios para lanzar un mensaje claro: pedir ayuda no es un signo de debilidad. “Lo importante es que busquen apoyo, que encuentren un referente y que no les dé vergüenza”.
