Si exceptuamos los años de gloria en los que se estiraba más la mano que la manga a principios de la pasada década, el de su 25º aniversario ha sido, sin lugar a dudas, el mejor año del Bilbao Basket. Y es que a las alegrías deportivas se le sumó también una noticia esperadísima en lo institucional que constata, sin lugar a dudas, el crecimiento y la evolución del proyecto. Sustentado, ahora sí, en unos cimientos fuertes y una hoja de ruta bien definida.
El 23 de abril quedará en la historia de los MIB como la fecha en la que se logró su primer título europeo. Un partido épico en Tesalónica, contra un rival de la talla del PAOK y que vino precedido de una remontada ante el Dijon con pocos precedentes en la historia del baloncesto. Fueron días de alegría en la Villa, con los recibimientos en el Ayuntamiento y en San Mamés como colofón.
Más allá del éxito deportivo, que el Bilbao Basket volviera a estar en primera plana -esta vez por un buen motivo- fue el desencadenante de dos noticias capitales para el futuro inmediato de la entidad.
La primera, el acuerdo con la Fundación BBK para saldar la deuda histórica de la entidad y poder eliminar la herencia envenenada de los años de vino y rosas. Algo que, más allá de en el presupuesto deportivo se ve reflejado en otros asuntos de vital importancia como la creación del equipo U22, el proyecto femenino de cantera y la apuesta por el baloncesto 3X3, tanto con la creación de los Bilbao Miners como con la puesta en marcha de un torneo en El Arenal.

La consolidación del proyecto junto a Surne
La segunda llegó con la temporada ya en marcha: la renovación del acuerdo de patrocinio con Surne hasta 2031. Si antaño encontrar un espónsor era casi una tarea imposible para el club, la aseguradora bilbaína apuesta decididamente por la entidad.
El 2026 se presenta atractivo para el ahora conocido como Surne Bilbao. Aunque las dos derrotas ligueras dificultan la clasificación a Copa del Rey, la posibilidad de reeditar el título europeo -aunque haya habido un importante salto de nivel en la competición- y acceder, vía liga, a la FIBA Champions League son los dos objetivos marcados en rojo.
Todo ello en un año en el que el panorama del baloncesto puede dar un vuelco de 180 grados con la irrupción de la NBA en Europa y la constatación de que la NCAA va en serio y quiere llevarse a los talentos (no tan) jóvenes de Europa a base de chequera y un plan de estudios contra el que difícilmente se puede competir. Y el Surne Bilbao ya lo ha vivido en sus propias carnes con la marcha de Rubén Domínguez y Thijs de Ridder.
