En Euskadi, los caracoles se han convertido en un imprescindible de la Navidad, vinculados a fiestas locales y celebraciones invernales que reúnen a familias y amigos en torno a la mesa. La tradición se refuerza con eventos como la feria de Santo Tomás en Bilbao, donde los caracoles comparten protagonismo con el talo y la txistorra, y el Campeonato de Euskadi de Caracoles en Gernika-Lumo, que cada diciembre atrae a visitantes y amantes de la gastronomía local.
Preparación
Los caracoles se preparan de diversas formas, aunque la receta más clásica en Bizkaia es la salsa vizcaína, elaborada con cebolla, pimiento choricero, tocino, pan y jamón, cocinada lentamente en cazuela de barro para intensificar su sabor. También se disfrutan con salsa de tomate y verduras, o combinados con setas como los perretxikos, aportando un toque muy navideño y festivo a la mesa. Los buenos caracoles se caracterizan por ser tiernos y jugosos, con carne firme, sin restos de arena, y acompañados de una salsa bien equilibrada que realce su sabor natural.
Orígenes
La costumbre de comer caracoles en Navidad se remonta a épocas antiguas, con raíces en la gastronomía popular y en celebraciones festivas como San Prudencio en Álava, aunque hoy su consumo se concentra especialmente en invierno. Los caracoles se consideran un alimento saludable: bajo en calorías y grasas, con un alto contenido en proteínas y hierro, lo que los convierte en una opción ligera y nutritiva para las mesas navideñas, según destacan los nutricionistas. Eso sí, el aporte calórico final depende mucho de la preparación, ya que las salsas y acompañamientos pueden modificar su valor nutricional.