
Te recomiendo que dejes de leer ahora mismo este artículo si tienes un atisbo de esperanza en que el Athletic haga la machada en Old Trafford.
Lo siento, ya sé que es anticlímax e impopular, pero la casilla de las gestas históricas ya la marcamos con el Bilbao Basket. La suerte, esa amante infiel, rara vez vuelve tan pronto. Y el jueves, en Manchester, no nos hará ni el más mínimo guiño.
No me malinterpretes: que no crea en la remontada no significa que me baje del barco, ni que no vaya a apoyar como el que más cuando lleguen las nueve de la noche. Pero uno aprende —a golpes, casi siempre— a distinguir la pasión del autoengaño. Y yo, que de rojiblanco tengo el corazón hasta la última fibra, me preparo para un baño de realidad. De hecho, ni siquiera creo que vayamos a ganar el partido.
«Uno aprende —a golpes, casi siempre— a distinguir la pasión del autoengaño»
¿Por qué? Muy sencillo. Porque no estarán sobre el césped los mejores, los pesos pesados. Ni Iñaki Williams, el que desborda por fuera y tira del equipo con el pecho hinchado. Ni Nico, el de las carreras imposibles y los regates que encienden San Mamés. Ni Oihan Sancet, máximo goleador y cerebro entre líneas. Ni Dani Vivian, el central que manda atrás con el gesto serio y la mirada de acero. Ni siquiera Unai Simón, el mejor portero de Europa, capaz de sostener el partido con una parada milagrosa cuando todo tiembla.
Sin ellos, nos queda un Athletic heroico, sí, valiente, sí, pero sin las piezas clave del ajedrez. Y contra el Manchester, amigos, sin tus figuras, lo normal es que te coman en tres movimientos.
Dicho esto y hablando de comer, ojalá me coma cada una de las 367 palabras que ocupan este artículo. Ojalá me lo restriegues por la cara. Ojalá tenga que morderme la lengua y brindar contigo, por una noche que nadie esperaba y que todos soñábamos. Porque si algo tiene este bendito club es que, incluso cuando el sentido común dice “no”, uno siempre guarda una pizca de fe en el rincón más terco del alma. Aunque hoy, honestamente, hasta ese rincón esté en silencio.