De forasteros a héroes: la historia real del día que unos surfistas salvaron a pescadores en Mundaka

En 1975, un grupo de jóvenes surfistas rescató a varios marineros tras el naufragio de su barco; una historia rescatada por Sergio Yanes
De forasteros a héroes: la historia real del día que unos surfistas salvaron a pescadores en Mundaka / Redes Sergio Yanez

Otoño de 1975, en un pequeño pueblo pesquero, Mundaka. Un grupo de veinteañeros extranjeros de pelo largo, con una furgoneta Volkswagen y tablas de surf en el techo, llevaba tiempo acampado en la zona. Eran vistos con recelo por los vecinos, que no entendían muy bien qué hacían esos jóvenes descalzos entrando al mar en octubre. Su presencia, poco habitual en el contexto social de la época, levantaba sospechas.

La percepción del pueblo cambió por completo

Pero todo cambió una mañana en la que las olas alcanzaban entre 2 y 3 metros. Mientras los surfistas sorteaban una gran serie mar adentro, un barco pesquero intentaba acceder al puerto a través de la desembocadura del río. Sin la velocidad suficiente, la embarcación fue alcanzada por una gran ola: el impacto volcó el barco, lanzando por la borda a los marineros y destrozándolo en pedazos. Ninguno de los tripulantes sabía nadar.

Al ver la escena, una media docena de surfistas remaron rápidamente hasta los pescadores, logrando rescatarlos y llevarlos a una zona segura. A partir de aquel día, la percepción del pueblo cambió por completo: los surfistas pasaron de ser vistos como forasteros extravagantes a ser respetados por todos.

Este episodio fue recogido en un artículo de la revista Surfer en 1978, firmado por Jim Kepton. «Tal vez aún consideren un poco alocados a los surfistas, pero los respetan. Este es el modo en cómo las cosas funcionan aquí. La gente es muy agradable, pero te los tienes que ganar», concluía el texto. Este relato también rinde homenaje a los pioneros del surf en el mar Cantábrico, como Raúl Louril, Jesús Fiochi, Nito Viescas, Laura Revuelta o Félix Cueto, que en aquellos años ya desafiaban las olas del norte. Porque no hace falta irse a Hawái para encontrar historias increíbles: algunas sucedieron mucho más cerca de casa.


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