Un bar de Zabalburu ante las agresiones: «Son intocables»

El dueño de un bar en Zabalburu denuncia un aumento de agresiones con violencia y robos, mientras los presuntos autores quedan libres en horas
Fotograma de la grabación realizada por la cámara de seguridad del local. / Cedida

En los últimos tres años, el bar de Mikel (nombre ficticio) en el barrio de Zabalburu se ha convertido en escenario de varias agresiones violentas protagonizadas por grupos foráneos, que van desde robos a mano armada hasta peleas con catanas. A pesar de las flagrantes pruebas —grabaciones, testigos y víctimas—, los detenidos salen de los juzgados «en cuestión de horas», lo que ha disparado la sensación de impunidad y la inquietud vecinal.

Ola de violencia sin control

Mikel explica que hace unos meses delincuentes llegados de Toulouse, protagonizaron en su local una agresión con catanas. Uno de los empleados estaba atendiendo a uno de ellos, al verlo, dos clientes le advirtieron que tuviera cuidado con él, pues acaba de robar a una señora mayor en San Francisco. El de Toulouse escucho lo que decían y «llamo por teléfono a un par de compañeros armados con catanas». Trataron de acuchillar a los dos clientes, empleados como porteros en locales cercanos: uno sufrió un corte en la cara, otro en el brazo. 

No es un caso aislado. Hace dos semanas, cuatro jóvenes robaron el móvil a un estudiante que esperaba el autobús en una parada cerca del local. A causa del susto, el chico se desmayó. Aunque hubo numerosos testigos y los cuatro delincuentes fueron detenidos, todos fueron puestos en libertad ese mismo día. «A las cinco de la tarde sale el camarero conmigo, y vemos a los cuatro sentados en un banco como si nada», lamenta Mikel.

Impunidad judicial y abandono institucional

El hostelero critica la respuesta de la judicatura: «en el caso de la catanas pasaron de imputarles Tentativa de Asesinato a Delito de Lesiones». Reclama más presencia policial y un endurecimiento del Código Penal para frenar la reincidencia.

El deterioro urbano agrava la situación. Calles y plazas cercanas al bar están semidesiertas por la tarde, víctimas de ocupación de toxicómanos y grupos violentos. Mikel denuncia el «abandono» de la zona y la falta de cámaras de vigilancia: «En San Francisco hay alta definición; aquí no hay nada».

Ante el auge de incidentes y la permisividad judicial, el ambiente del barrio se tensa. Mikel se plantea cerrar el negocio si no cambia la situación: «Tengo problemas de ansiedad, un par de sustos más y lo dejo» sentencia.


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