Bilbao, como tantas otras ciudades del mundo, presume de un sobrenombre tan arraigado como singular: ‘El Bocho’. Igual que París es la famosa ciudad del amor, la capital vizcaína lleva décadas acogiendo con naturalidad este apelativo que forma parte de su identidad popular.
Unamuno, clave en la expansión
El nombre se extendió gracias a Miguel de Unamuno, escritor y pensador nacido en la propia villa. Tal y como recoge Euskonews, el autor empleó la palabra en un artículo publicado en El Nervión, dentro de su serie Sartas sin Cuerda. En aquel texto describía el “pedazo de cielo que gozamos desde el bocho”, acompañado de referencias a puentes, árboles y buques de la ría.
Décadas después, el término volvió a aparecer en otro escrito titulado Mi bochito e incluido en El Cofre del Bilbaino (1965). Allí, Unamuno aclaraba que ‘bocho’ significa ‘hoyo’ hecho en el suelo, como los que usaban los niños para jugar a las canicas. Esa imagen sencilla ayudó a fijar aún más el concepto en la memoria colectiva.
La forma del valle, el otro gran motivo
La ubicación geográfica de Bilbao completó la explicación. La ciudad se asienta en un valle rodeado de montañas, una especie de “hoyo” natural que encaja perfectamente con el término botxo, la palabra que significa precisamente hoyo o agujero. Esta coincidencia reforzó el uso del apodo entre los propios bilbaínos.
Más referencias
No solo Unamuno empleó este término. En 1896, el escritor bilbaíno Emiliano de Arriaga lo incluyó en su Lexicón etimológico, naturalista y popular del bilbaíno neto, una recopilación de vocabulario local que ya mencionaba variantes como ‘el bocho’, ‘el botxo’ o ‘el botxito’.
